Agente Naranja, la guerra de Vietnam aún no ha terminado (II parte)
Este post es continuación de éste otro, donde explico mi primera experiencia con el Agente Naranja.
Suscríbete para recibir gratis en tu email historias como ésta.
Tenía claro que tenía que volver a Vietnam. Ya había retratado el horror de las consecuencias de una guerra química, pero necesitaba ahora algo mucho más íntimo, no sólo víctimas anónimas. Al fin y al cabo, estaba documentando sin contar nada. Necesitaba contar una historia, esa era la clave.
Además, necesitaba crear ese mismo impacto con fotografías que la gente pudiera soportar. Ya me había dicho mucha gente que era imposible ver más de 3 fotos seguidas, y lo que yo quería era que todo el mundo conociera lo que estaba pasando en Vietnam.
Por eso, mi idea era contactar con una persona que hubiera nacido con alguno de los problemas que causa el Agente Naranja, pero que hubiera podido salir adelante, trabajar, incluso formar una familia.
Para ello me puse en contacto con una organización que ayuda desde hace tiempo a las víctimas, no sólo niños, sino también veteranos de guerra. Se llama Friendship Village, es estadounidense y tiene sede en Hanoi. Una super mujer, Mrs. Ha, es la encargada de que todo funcione allí. Sí, es una asociación que nació en EEUU, hay muchas ONGs americanas en Vietnam. Una cosa es lo que el gobierno haga y otra diferente lo que sus ciudadanos piensen….
La Friendship Village está a las afueras de Hanoi, en el barrio de Van Canh, y cuenta con habitaciones para alrededor de 120 niños, comedor, colegio, talleres, campos de fútbol, un hospital de veteranos de guerra, un huerto y varios animales. Y también tiene un edificio donde duermen los voluntarios, que fue mi casa durante una semana. Me abrieron sus puertas, me enseñaron muchas más cosas sobre el Agente Naranja, y por fin las víctimas ya no fueron rostros anónimos para mí, conocí sus nombres, sus historias, cómo habían llegado allí, lo que querían hacer en el futuro, estuve viviendo con ellos, comiendo, jugando.
La señora Ha me presentó al que sería mi guía y amigo durante mi estancia en Hanoi, un antiguo alumno que había pasado a ser uno de los profesores de allí, concretamente de informática, y que medía poco más de un metro a sus 31 años. Otra secuela más del Agente Naranja. Irónicamente, su nombre era Long (largo en ingles).
Long hablaba un inglés muy básico, pero nos entendíamos más o menos. Cuando le conté lo que quería, rápidamente me habló de un amigo suyo, Hung. También era víctima del Agente Naranja, se habían conocido en la Friendship Village y ahora vivía en alguna parte de Hanoi, se había casado y tenía 2 hijas. Monté a Long en la parte de atrás de una moto y me guió a la casa de Hung. Cuando llegamos parecía que estábamos en el pueblo más profundo de Vietnam, no había hoteles ni restaurantes, y por supuesto ningún extranjero a kilómetros a la redonda.
Hung vivía con su mujer, Hoa, sus 2 hijas, Dien y Linh, y 5 familiares más en una casa de 3 plantas. En la parte de abajo tenían el negocio, una especie de bar donde daban desayunos, y en las 2 plantas de arriba vivían las 9 personas.
Hung había nacido con problemas en sus extremidades, sobre todo en los brazos, que le caían muertos y con los que casi no tenía fuerza. Sus piernas estaban retorcidas, aunque podía andar no demasiado rápido. Había estado varios años en la Friendship Village, donde le habían dado una educación y, sobre todo, le habían enseñado a valerse por sí mismo y a no rendirse.
Me recibió en su casa y se alegró de que quisiera contar su historia y hablar sobre el Agente Naranja. No le importó que estuviera con ellos varios días, casi 24 horas al día. De hecho, casi lo veían un honor, cuando en realidad yo sentía que era al revés. Intenté explicarles esto, pero fue imposible. Allí nadie hablaba inglés excepto Long, que hacía de traductor, pero esa parte no pudo entenderla.
En los sucesivos días me di cuenta de que Hung no sólo era el sustento de su numerosa familia, sino que era muy activo y hacía de todo: montaba en bici, pescaba, iba al parque con sus hijas, jugaba con ellas, las columpiaba, trabajaba en el bar, llevaba los desayunos, recogía las sillas, limpiaba… Además, era un experto jugador de ajedrez vietnamita. Un día le vi jugar durante varias horas con varios jugadores, uno detrás de otro, y ninguno pudo ganarle. En la última partida estaban todos alrededor de la mesa, intentando vencerle, y sólo consiguieron empatar. Un tipo sumamente inteligente, mucho más inteligente y trabajador que la mayoría de gente que conocía, incluido yo. Tenía una fuerza increíble en sus palabras y en su mirada. Era muy cariñoso con sus hijas, a las que abrazaba mucho, a pesar de que en realidad no podía rodearlas con sus brazos.
Una de las pocas cosas que no puede hacer Hung es bañarse él mismo y peinarse. Eso lo tiene que hacer su mujer, Hoa.
Hoa también es una víctima del Agente Naranja. A simple vista no lo parece, porque no tiene ningún problema físico. Tiene simplemente un ligero retraso mental. Se conocieron precisamente en la Friendship Village, donde se enamoraron. Me encantaron las fotos de boda, donde aparece preciosa, parecía una modelo.
Sus dos hijas, Dien y Linh, nacieron sin ningún problema. Bien pensado, fue una locura, ya que tenían muchas probabilidades de que no fuera así. Estuvimos hablando un buen rato sobre eso, y me contaron que vivían con el miedo de que en cualquier momento el Agente Naranja diera la cara. A veces pasaba, según me contaron. Crees que has nacido sano, que te has salvado, que te ha tocado la lotería, pero un día te encuentras mal, vas al médico y tienes leucemia.
Y viven con el miedo diario de que eso le pase a sus hijas.
Son una familia humilde, que van tirando como pueden, pero no les preocupa el dinero o la falta de trabajo. Su principal preocupación es que sus hijas, el día menos pensado, pasen a engrosar la lista de víctimas del terrible Agente Naranja.
Después de unos días con ellos me despedí. No querían aceptar nada de dinero, así que fui al mercado con la mujer del padre de Hung y compramos carne y verduras para preparar un super almuerzo todos juntos.
Mis últimos día en la Friendship Village los pasé haciendo pocas fotos y jugando mucho con los niños. También les di a algunos clases de inglés. Sentía que tenía una deuda con ellos, y a día de hoy sigo sintiendo lo mismo.
El día antes de irme llegó un autobús cargado de veteranos de guerra. Cada mes llegaban unos 40 veteranos, gente que había luchado en la Guerra de Vietnam y que había estado en contacto directo con el Agente Naranja. Casi todos tenían malnutrición y allí los cuidaban, les daban bien de comer y les hacían las curas que cada uno necesitaba. Al menos durante un mes estaban bien atendidos. Esos delgados y bajitos ancianos habían estado peleando en la jungla durante 10 años, recibiendo cientos de bombas cada día, metralla, napalm, productos químicos… y el mayor ejército del mundo no había sido capaz de vencerlos.
Cuando intenté hacerles algunas fotos enseguida me rodearon y empezaron a hacerse fotos conmigo, con sus propios móviles. Reían, felices de poder hacerse fotos con aquel extranjero alto y de ojos redondos. Les pregunté, y uno que medio hablaba inglés me comentó que para ellos era un honor que yo estuviera allí, que era una experiencia increíble. Les intenté explicar que tenía que ser al revés, que yo era un tipo que si tuviera que defender mi país seguramente saldría corriendo y no pararía en un año, que era un europeo blanco y débil con una vida fácil, que nunca había sufrido una guerra y que lo que hacía para ganarme la vida era apretar un jodido botón … pero de nuevo nadie me entendió. Y siguieron haciéndome fotos durante un buen rato, para así poder mostrar a sus familias y contarles con orgullo que me habían conocido.
Si te interesa colaborar de alguna manera con la Friendship Village, aquí tienes más información. Puedes donarles dinero, visitarlos o hacer un voluntariado con ellos.
Si crees que esta historia debería conocerse, compártela. Y no olvides suscribirte para que te lleguen al correo todos nuestros tutoriales, trucos y ofertas. ¡Gracias por leernos!
Después de haber leído el anterior artículo, no esperaba volver emocionarme de nuevo. Es increíble como gente que pasa tanto a lo largo de su vida, que ha vivido los horrores más traumáticos que se pueden vivir, continúan sin desfallecer, sin rendirse. Eso me admira y me hacer cuestionar muchas cosas.
Por otro lado, se que buscas contar historias con tu trabajo, hacerlas llegar a los demás, que comprendan que clase de mundo hay ahí fuera, lejos de esa «torre de cristal» en que vivimos. Lo que no sé si sabes es que muchas de esas vidas que nos acercas, junto a nuestras experiencias, conjugan un nuevo horizonte posible de hermandad, de humanidad, de solidaridad y ejemplo, tan necesario en estos días. Siempre termino dándote las gracias y hoy no va ha ser menos. Gracias Gman!!