Resulta que sí

El tipo de fotografía que suelo hacer es bastante desagradecido. 

Vas a algún sitio jodido, haces fotos, intentas que algo cambie, que la gente se entere de lo que está pasando allí, que hay gente jodida, que hay gente que sufre….. pero la realidad es que el tiempo pasa y no ves cambios.

Entonces te preguntas si lo que haces sirve para algo, la frustración es brutal.

Pero déjame que te cuente algo que me pasó y que me alivió un poco. Algo que me hizo pensar que sí que mi trabajo sirve para algo.

Fue hace unos 4 años, mientras estaba con unos clientes visitando una asociación de niños víctimas del agente naranja. 

Visito este sitio cada año desde 2013, y he visto a los niños crecer.

Imagino que muchos no se acuerdan de mí, ya que todos tienen diferentes secuelas físicas y mentales, por este producto que Estados Unidos lanzó durante la guerra de Vietnam, y por culpa del cual siguen naciendo cada día niños con malformaciones. 

El terrible Agente Naranja.

Ese día vi a una de las niñas que hacía tiempo que no veía. En mis últimas visitas nunca se encontraba allí, pero ese día estaba, y me acerqué a hablar con ella.

Ya no era una niña, sino una adolescente. Hacía años que no la veía, pero por los problemas físicos que le había ocasionado el Agente Naranja, no había crecido casi nada y casi no había cambiado. 

Le dije: «Seguramente tú no te acuerdas de mí, pero yo sí que me acuerdo de ti». 

Sonrió, cogió mi mano y me llevó a su habitación. 

En esta asociación viven más de 100 niños, en habitaciones compartidas según sexo y edad. Evidentemente no son habitaciones de lujo, sino sencillas y humildes.

Cada uno tiene un pequeño camastro y una mesita de noche, donde tienen fotos de sus padres, de sus hermanos, y poco más. Son todos de familias humildes o muy pobres, gente que no se pueden hacer cargo de ellos, así que viven en esta asociación hasta que se hacen mayores de edad.

En su mesita de noche tenía una caja con pendientes, fotos de su familia, y otras cosas de valor. Buscó hasta que encontró lo que quería enseñarme: era una foto de ella conmigo, los 2 sonriendo a cámara, hacía 5 ó 6 años, cuando era una cría.

Esa foto, junto con otras, la hice yo la primera vez que estuve allí, y al año siguiente cuando volví a visitarlos, imprimí un montón de fotos y se las entregué a los niños.

Nunca pensé que la iba a guardar, y menos durante tantos años, y entre sus bienes más preciados.

Me emocioné bastante, incluso se me saltaron las lágrimas.

Quizás nunca he conseguido los grandes cambios en el mundo con los que soñaba cuando era joven y quería ser fotógrafo… pero es cierto que a veces la vida me recuerda que sí que podemos crear momentos importantes para algunas personas.

Visito esta asociación 2 veces al año, con otros 6 viajeros. ¿Quieres ser uno?

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