Un duende a rayas

Me dicen muchas veces que no debería hacer esto o aquello. O que si soy de una manera o de otra.

Depende de a quién le preguntes, te dirán de mí que soy alto, que soy bajito, que soy gordo, que soy delgado, que soy fuerte, que soy débil, que soy muy hippie, que soy muy pijo, que soy rico, que soy pobre, que soy guapo, que soy feo, que soy simpático, que soy antipático, que mis fotos son increíbles o que mis fotos no les dicen nada.

Siempre me acuerdo mucho de un libro que leí cuando era pequeño. Un duende a rayas, de la colección El barco de vapor. Qué recuerdos, ¿eh?


En el libro explicaban que hay diferentes duendes, dependiendo del color con el que se vistan: está el duende gris, que se dedica a formar torbellinos de arena, el duende verde, que se encarga de hacer crecer las malas hierbas, o el duende morado, al que le encanta entrar en las habitaciones de los niños que están solos para hacerles pensar que todos los demás niños se están divirtiendo mucho.

Pero el protagonista de la historia es un duende que nunca ha podido decidirse por un color concreto, así que se viste con rayas de todos los colores.

Su familia le dice que no puede seguir así, que tiene que sentar cabeza y decidirse, y su abuelo le dice estas sabias palabras:

«-Deberías hacer un viaje, muchacho. No hay nada como vivir en otros ambientes, oír otras opiniones y compararse con otras gentes para llegar a conocerse uno mismo. Si yo fuera tú, me iría por ahí a ver mundo…».

Y el duende a rayas le hace caso a su abuelo y se va de viaje y vive mil aventuras.

Al final, nuestro protagonista vuelve a casa y todos le preguntan qué va a hacer después de todo lo que ha aprendido. Y el duende a rayas contesta: 

– ¡Creo que añadiré tres rayas más a mi traje!

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