Del 15 al 28 de Marzo del 2020
14 días – 1200 €
Ver másHay un día en Vietnam dedicado al cojón. No es broma, el 12 de Agosto, se celebra en Vietnam el día del cojón.
Un día mi novia estaba un poco intranquila, y me dijo:
«Amor, estoy un poco asustada porque mañana es el día del cojón»
Esto no es broma, literalmente me dijo eso, palabra por palabra.
Yo que soy un tío sensible, pasé por alto que estaba abriéndome su corazoncito y fui directamente a lo importante:
«¿¿Cómo has dicho?? ¿Has dicho…. cojón?»
«Sí, sí, …. cô hồn day. El día de los espíritus, de los fantasmas.»
Pues sí, amigos, cô hồn significa fantasma en vietnamita. Y suena igual igual que nuestras partes nobles. Además suena en andaluz, con la J aspirada tan maravillosa que tenemos nosotros.
¿Y qué es eso del cojón day?
Pues según los vietnamitas, es el día en el que el infierno abre sus puertas, y le da una última oportunidad a esas almas que hicieron cosas malas en su vida, para que vuelvan a la tierra y puedan ver al menos 1 día en el año a sus seres queridos.
Ese día los espíritus de esas personas que fueron malas y acabaron en el infierno, vuelven a la tierra. Sólo por 1 día.
Así que la gente ofrece ofrendas a estas almas. Ese día puedes ver en Vietnam un montón de altares, ofreciendo comida a los fantasmas.
Pero cuidado, el altar no se debe colocar en tu casa, si no tienes el riesgo de que el fantasma se quede en tu hogar. Los altares se colocan fuera, en las aceras, en las entradas del pueblo, en los cruces…
¿Y por qué se ofrece comida a estos espíritus?
Pues porque al fin y al cabo, estos fantasmas antes fueron personas.
Hicieron cosas malas y por eso acabaron en el infierno, vale, pero eran personas.
Y como son fantasmas que ahora viven en el infierno, nadie se acuerda de ellos, por lo que cuando se reza o se hace alguna ofrenda, siempre es para los buenos espíritus, para los que están en el cielo.
Así que al menos durante 1 día al año, puedes alimentar a tus familiares que hicieron algo malo y acabaron en el infierno.
Y además, muy importante: como todo el mundo estará rezando y recitando mantras budistas, se tiene la esperanza de que estos malos espíritus, al escuchar estas sagradas oraciones, se arrepientan de sus actos y así puedan ir al cielo.
¿Sabes qué? Llevo viniendo aquí desde 2011 y viviendo desde hace 3 años, pero me enteré hace poco por primera vez de todo esto.
Vietnam nunca deja de sorprenderme….
¡Imagínate lo que te sorprenderá a ti, que nunca has estado!
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Me encantan las historias de personajes anónimos, no puedo remediarlo. Y si son historias de viajes, más.
Los que pasan desapercibidos, los que acompañan a los héroes pero nadie se acuerda de ellos.
Tienen un encanto especial, ¿verdad?
Bueno, pues no hace mucho un amigo mío terminó de escribir un libro sobre unos de estos héroes anónimos. Y además un héroe de nuestro pueblo, Sanlúcar la Mayor.
Alguien que para mí era totalmente desconocido. Para mí y para casi todo el mundo.
Pero no para mi amigo Antonio Salado, que descubrió que un vecino de nuestro pueblo estuvo enrolado en la expedición que acabaría dando la primera vuelta al mundo.
Además hace poco se cumplieron 503 años de la salida de las 5 naves que emprendían la vuelta al mundo. Salían el 10 de Agosto de 1519 de mi ciudad, Sevilla, y en La Trinidad, la nao que comandaba el mismísimo Fernando de Magallanes, se encontraba un vecino de Sanlúcar la Mayor, Marcos de Bayas.
En palabras de mi amigo Salado:
«La grandeza de su historia personal surge de lo desapercibido y la indiferencia, del admirable desdén con el que hombres como él se atrevían a presentarse frente a la insaciable Hidra del mar y el tiempo, sin temer ser condenados para siempre a un destierro lejos de todo recuerdo. Es por ello que estas páginas nacen desde la vocación por recuperar su desconocida figura de las profundidades del olvido, con la pasión incansable de librar a aquel hombre de la cara oculta de la posteridad. En definitiva, este trabajo es una particular muestra de fascinación, reconocimiento y admiración por parte de uno de sus paisanos cinco siglos después.»
Imagínate lo que era viajar hace 500 años. Imagínate subirte a un barco, a vela, sin motor, sin saber muy bien donde vas, lo que vas a comer, o si vas a sobrevivir…
La diferencia con la actualidad es enorme: ahora no sabemos ni ir a la ciudad vecina sin el google maps, antes de irnos de vacaciones buscamos por internet hasta el tamaño del bigote del cocinero que nos va a servir la mejor pizza de Nápoles, nos llevamos meses preparando hasta el más mínimo detalle de cada día para irnos a Portugal….
¡Menudos huevos tuvieron esa gente! Me da risa cuando alguien me califica a mí de aventurero o viajero…
Apasionante creo que es una palabra que se queda corta para describir esta historia. ¡Un tío de mi pueblo dando la primera vuelta al mundo!
Si quieres saber lo que es un aventurero de verdad, y no tu primo el que se fue a Londres a aprender inglés 2 meses, aquí puedes comprar el libro por menos de 13 €.
Hace unos meses murió uno de mis ídolos deportivos.
No sé si ha salido en las noticias en España, ya que el deporte que hace no es de los más mediáticos.
Se trata de Leandro Lo, uno de los mejores atletas de Jiu Jitsu. 8 veces campeón del mundo.
La palabra leyenda se le queda corta.
Estaba en una discoteca, tuvo una discusión con alguien, y le metieron un balazo en la cabeza.
Ha sido un impacto para mucha gente, y evidentemente internet y las redes sociales se han llenado de mensajes de tristeza y apoyo a la familia.
Y ya sabes lo que pasa en estos tiempos de postureo en las redes sociales: la gente escribe un montón de cosas bonitas que en realidad no piensa, e intenta siempre quedar bien.
Yo es lo que pensé al principio: «Puro postureo».
Pero empecé a leer los mensajes, a ver los vídeos y las fotos que ponía la gente junto a Leandro Lo, y cambié de opinión rápidamente.
Se notaba, se podía palpar, que la gente lo apreciaba de verdad. Que tenía un carisma capaz de calar en la vida de la gente.
Podías sentir que era alguien que no sólo había destacado en un deporte, sino que había disfrutado de la vida al máximo y que había hecho mucho mejor la vida de los que le rodeaban en todo momento.
Me acordé de repente de una frase que me dijo un amigo indio, de Varanasi, mi amigo Vinod.
No sé si conoces a alguien de La India, pero muchos hablan siempre de una manera filosófica y poética al mismo tiempo. Es una pasada, la verdad.
Y recuerdo que estaba hablando con Vinod y unos amigos suyos, y yo le dije medio en broma:
«Vinod, tenemos que hacernos ricos de una vez».
Y Vinod me dijo, muy serio:
«Yo no estoy en esta vida para conseguir mucho dinero. Mi finalidad en esta vida es conseguir 4 hombros.»
«¿Cuatro hombros? ¿Qué coño dices, Vinod?
«Sí, cuatro hombros que me lleven al Ganges cuando muera».
Esa frase se me ha quedado grabada desde entonces. Y creo que Vinod tiene razón.
Si al final de nuestra vida no hemos sido capaces de conseguir 4 personas que hagan eso por nosotros, algo tan personal, algo tan importante, el último viaje…. habremos fracasado aunque tengamos muchas riquezas.
Y quizás una de las claves sea algo que Leandro Lo sabía hacer muy bien: hacer feliz a la gente a tu alrededor.
Y ésta quizás también sea una clave para disfrutar en los viajes. No centrarte tanto en ti, en pasártelo tú bien, en disfrutar tú, en ser tú el centro de todo, sino enfocarte en los demás.
Y no sólo en tus compañeros de viaje, sino sobre todo en la gente de ese país, en la gente local.
Y no estoy hablando de ir con la mentalidad de: «Soy del primer mundo y vengo a repartir un poco de dinero entre estos pobres tercermundistas».
Hablo de interactuar, de agradecer, de interesarte por la vida de la gente, por su cultura, de respetar….
Y entonces ocurre la magia.
Más historias como ésta, consejos de viaje y de fotografía, aquí:
No necesitas una cámara nueva, ni un ordenador más potente.
Cómpratelos si quieres, tú haces lo que quieras con tu dinero. Pero no vas a hacer mejores fotos.
Y si no me crees, deberías ver este vídeo.
Mientras nosotros nos planteamos estas cuestiones, hay genios por ahí que, aparte de ponernos los pelos de punta con lo que hacen, nos dan una lección de humildad.
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Mi amiga África acaba de mandarme una entrevista que me ha encantado. Gracias, África. Te quiero a jierro.
La entrevista es a una persona que, aunque vive cerca de mi pueblo, yo nunca había sabido de su existencia.
Y mira que me gustan este tipo de personas, este tipo de historias.
José Fuentes ha sido albañil toda su vida, pero siempre ha tenido curiosidad por el arte.
Y esa curiosidad le ha llevado a ser escultor y escritor, y a conocer a una buena cantidad de artistas y gente pública.
Además, es un viajero apasionado. Y en cada viaje largo que ha hecho, ha escrito un libro. 10 libros en total. Alguno incluso premiado.
En la entrevista a José Fuentes puedes escuchar y aprender varias cosas:
– En el minuto 3:08 te explica como lidiar con las críticas.
– Su opinión sobre los pueblos pequeños (aunque él vive en uno), en el minuto 4:45.
– El sitio que no olvidará jamás. El viaje que más le ha marcado. Eso lo cuenta en el minuto 5:02.
– ¿Qué es lo más importante que uno aprende al viajar? José lo responde en el minuto 5:45.
– Lo mejor de la entrevista. José nos revela su definición de artista. Y seguro que no te deja indiferente. No es broma ni clickbait, mira el minuto 9:16, por favor.
– En el minuto 11:20 nos explica su secreto para que mucha gente famosa se hagan amigos suyos. Esto deberíamos probarlo todos.
– Consejo final: Para qué coño estamos aquí. Lo escucharás en el minuto 14:50.
Por cierto, le hacen una pregunta. La pregunta típica. La pregunta que más le hacen a aquel que viaja. ¿Cuál es tu país favorito?
Eso lo responde José en el minuto 5:02.
¿Sabes cuál es el país favorito del artista albañil?
«Hay un lugar que no se me olvidará jamás», dice. Una pista aquí:
Échale cuenta a ese hombre. Sabe lo que dice. Mucho más que yo.
Al fin y al cabo, ha escrito 10 libros más que yo, ha vivido 35 años más que yo, sabe de la vida mucho más que yo.
PD: «Tenemos la obligación de ser feliz. No hay que ir a la Universidad para eso, ni rodearse de gente grande». Palabra de sabio.
… ¿Otra vez lunes?
Si eres de los que temen que llegue el lunes, de los que sufren el síndrome del domingo por la tarde, quizás este email te duela bastante.
Hay una frase que me encanta:
«Mondays are not so bad. It´s your life that sucks.»
«Los lunes no son tan malos. Es tu vida la que es una mierda».
Creo que fue Ricky Gervais quien la dijo, un humorista inglés bastante polémico.
¿Crees que tiene razón? ¿Nos deberían gustar los lunes?
¿Hay alguna manera de que nos dé igual el día en el que estamos?
Hay varias formas: meditación, ser rico, no trabajar….
Una de las que a mí mejor me funcionan es viajar. Cuando estás contemplando la luna llena en la bahía de HaLong, bebiendo happy water en la cubierta de un barco con la tripulación y llorando de risa, es fácil no saber si es lunes o viernes.
Si quieres olvidarte de los lunes, aquí te dejo una posible solución:
«Es absolutamente estúpido pasar el tiempo haciendo cosas que no te gustan para seguir haciendo cosas que no te gustan, y enseñando a nuestros hijos el mismo camino».
Esta frase es de Alan Watts, un filósofo británico muy conocido por introducir y popularizar las filosofías asiáticas en occidente.
Hay un vídeo muy cortito donde podemos escuchar un pequeño extracto de sus pensamientos, repleto de perlas como:
– ¿A qué te gustaría dedicarte si el dinero no fuese el objetivo?
– Es mejor tener una vida corta llena de las cosas que te gusta hacer, que una vida larga vivida de una manera miserable.
– Es muy importante hacerse esta pregunta: ¿Qué es lo que deseo?
De vez en cuando me gusta llenar mi vida de momentos increíbles. ¿Que cómo lo hago?
El tipo de fotografía que suelo hacer es bastante desagradecido.
Vas a algún sitio jodido, haces fotos, intentas que algo cambie, que la gente se entere de lo que está pasando allí, que hay gente jodida, que hay gente que sufre….. pero la realidad es que el tiempo pasa y no ves cambios.
Entonces te preguntas si lo que haces sirve para algo, la frustración es brutal.
Pero déjame que te cuente algo que me pasó y que me alivió un poco. Algo que me hizo pensar que sí que mi trabajo sirve para algo.
Fue hace unos 4 años, mientras estaba con unos clientes visitando una asociación de niños víctimas del agente naranja.
Visito este sitio cada año desde 2013, y he visto a los niños crecer.
Imagino que muchos no se acuerdan de mí, ya que todos tienen diferentes secuelas físicas y mentales, por este producto que Estados Unidos lanzó durante la guerra de Vietnam, y por culpa del cual siguen naciendo cada día niños con malformaciones.
El terrible Agente Naranja.
Ese día vi a una de las niñas que hacía tiempo que no veía. En mis últimas visitas nunca se encontraba allí, pero ese día estaba, y me acerqué a hablar con ella.
Ya no era una niña, sino una adolescente. Hacía años que no la veía, pero por los problemas físicos que le había ocasionado el Agente Naranja, no había crecido casi nada y casi no había cambiado.
Le dije: «Seguramente tú no te acuerdas de mí, pero yo sí que me acuerdo de ti».
Sonrió, cogió mi mano y me llevó a su habitación.
En esta asociación viven más de 100 niños, en habitaciones compartidas según sexo y edad. Evidentemente no son habitaciones de lujo, sino sencillas y humildes.
Cada uno tiene un pequeño camastro y una mesita de noche, donde tienen fotos de sus padres, de sus hermanos, y poco más. Son todos de familias humildes o muy pobres, gente que no se pueden hacer cargo de ellos, así que viven en esta asociación hasta que se hacen mayores de edad.
En su mesita de noche tenía una caja con pendientes, fotos de su familia, y otras cosas de valor. Buscó hasta que encontró lo que quería enseñarme: era una foto de ella conmigo, los 2 sonriendo a cámara, hacía 5 ó 6 años, cuando era una cría.
Esa foto, junto con otras, la hice yo la primera vez que estuve allí, y al año siguiente cuando volví a visitarlos, imprimí un montón de fotos y se las entregué a los niños.
Nunca pensé que la iba a guardar, y menos durante tantos años, y entre sus bienes más preciados.
Me emocioné bastante, incluso se me saltaron las lágrimas.
Quizás nunca he conseguido los grandes cambios en el mundo con los que soñaba cuando era joven y quería ser fotógrafo… pero es cierto que a veces la vida me recuerda que sí que podemos crear momentos importantes para algunas personas.
Visito esta asociación 2 veces al año, con otros 6 viajeros. ¿Quieres ser uno?
Si quieres saber si puedes viajar conmigo, entra aquí:
Me dicen muchas veces que no debería hacer esto o aquello. O que si soy de una manera o de otra.
Depende de a quién le preguntes, te dirán de mí que soy alto, que soy bajito, que soy gordo, que soy delgado, que soy fuerte, que soy débil, que soy muy hippie, que soy muy pijo, que soy rico, que soy pobre, que soy guapo, que soy feo, que soy simpático, que soy antipático, que mis fotos son increíbles o que mis fotos no les dicen nada.
Siempre me acuerdo mucho de un libro que leí cuando era pequeño. Un duende a rayas, de la colección El barco de vapor. Qué recuerdos, ¿eh?
En el libro explicaban que hay diferentes duendes, dependiendo del color con el que se vistan: está el duende gris, que se dedica a formar torbellinos de arena, el duende verde, que se encarga de hacer crecer las malas hierbas, o el duende morado, al que le encanta entrar en las habitaciones de los niños que están solos para hacerles pensar que todos los demás niños se están divirtiendo mucho.
Pero el protagonista de la historia es un duende que nunca ha podido decidirse por un color concreto, así que se viste con rayas de todos los colores.
Su familia le dice que no puede seguir así, que tiene que sentar cabeza y decidirse, y su abuelo le dice estas sabias palabras:
«-Deberías hacer un viaje, muchacho. No hay nada como vivir en otros ambientes, oír otras opiniones y compararse con otras gentes para llegar a conocerse uno mismo. Si yo fuera tú, me iría por ahí a ver mundo…».
Y el duende a rayas le hace caso a su abuelo y se va de viaje y vive mil aventuras.
Al final, nuestro protagonista vuelve a casa y todos le preguntan qué va a hacer después de todo lo que ha aprendido. Y el duende a rayas contesta:
– ¡Creo que añadiré tres rayas más a mi traje!
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Así me sentí la primera vez que estuve haciendo fotos en el hospital Tu Dú, en Saigon.
Era el año 2011, y yo soñaba con ser un fotógrafo famoso, había dejado mi trabajo y me había puesto a viajar con mi amigo Jose, que también había dejado su trabajo y que soñaba con ser escritor.
El plan era perfecto: viajar, buscar historias que contar, hacer fotos, escribir sobre ellas, venderlas a los medios de comunicación más importantes, y hacernos ricos y famosos.
Y con este plan sin fisuras nos encontramos de repente en un hospital en Vietnam, rodeado con niños con malformaciones tan brutales que no sabíamos si estábamos despiertos.
Lamentablemente sí, era real.
Y estábamos totalmente sobrepasados.
En mi cabeza resonaban varias preguntas, una y otra vez:
«¿Qué coño haces aquí? ¿Por qué estás haciendo estas fotos? ¿Por qué le estás quitando la intimidad a estos niños? ¿Crees que son monos de feria? ¿Crees que tienes derecho a mostrarlos al mundo como monstruos?«
Pero lo que me hizo apretar el obturador de mi cámara esa tarde, fueron otras preguntas que también resonaban con fuerza en mi cabeza:
«¿Por qué nadie sabe esto? ¿Por qué esto no sale en las noticias? ¿Por qué no se estudia en las clases de historia? «
Ese primer día allí, haciendo fotos en esas 5 habitaciones llenas de niños que nadie quería ver, fue lo que me repetí a mí mismo una y otra vez para poder seguir apretando el botón de mi cámara.
Han pasado 11 años, ahora estamos en 2022, y sigo sin ser un fotógrafo rico y famoso.
Nunca he conseguido que ningún medio de comunicación le prestara la más mínima atención a las fotos que he estado haciendo allí durante varios años, y que sigo haciendo.
Pero ése dejó de ser mi objetivo hace ya mucho tiempo.
Ahora lo que quiero es ayudar de alguna forma. Y se me ocurrió que llevar gente allí podría ayudar.
Para que vieran otra realidad de Vietnam, para que les impacte y lo cuenten, para que algo les remueva por dentro y donen dinero o consigan donaciones.
Por eso siempre llevo a conocer estos niños a los viajeros que quieran.
Es duro, está claro, pero las palabras de los que se atreven a hacer esta visita siempre son de agradecimiento.
Bueno, menos mi amigo Asterio, que me dijo: «Menos mal que me has traído aquí al final del viaje, si veo esto al principio me vuelvo a España». 😅
Pero al final creo que sirve de algo, porque más de uno que ha estado allí dona dinero regularmente. Llevamos siempre medicinas, y por supuesto, yo siempre que los visito dejó allí algo de dinero.
Si quieres ver más de estas fotos y saber más detalles sobre esta historia, puedes visitar mi blog.
Pero te advierto que son imágenes muy duras.
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Te han dicho que para hacer buenas fotos tienes que saberte el manual de tu cámara, entender para qué sirve cada botón, estudiar un montón de teoría durante años, y sólo así, quizás, algún día puedas hacer buenas fotos.
Te lo han dicho tantas veces y tanta gente que has acabado creyéndotelo.
Te lo pondré aún más claro con un par de ejemplos:
¿Necesitas saber mecánica de motores para saber conducir?
¿Necesitas licenciarte en física para ser bueno en cualquier deporte?
Y no digo que sea peor que sepas de mecánica o de física… sólo que no es necesario.
Es mentira que tengas que leerte el manual de tu cámara para hacer buenas fotos.
Es mentira que tengas que tener una cámara profesional para hacer buenas fotos.
Es mentira que necesites gastarte mucho dinero en una cámara.
Es mentira que necesites saber para qué coño sirve cada botón de tu cámara.
Atiende, porque esto es importante. Tan importante que si logras asimilar esto, no hay mucho más que tengas que saber de técnica en fotografía:
Lo único que podemos controlar con cualquier cámara de fotos, es la cantidad de luz que entra en la cámara. Ya está. No hay más. Es lo único que puede hacer una cámara de fotos. Cantidad de luz. Que entre más o menos luz en la cámara.
¿No te lo crees, verdad?
Nadie se lo cree al principio. 😉
Es jodido, ¿verdad? Hemos gastado tanto dinero y tiempo en fotografía, que siempre ponemos excusas y peros a este hecho.
¿¿¿Cómo no voy a hacer mejores fotos con una mejor cámara??? Eso es de cajón, ¿no?
Un pequeño dato que te explotará la cabeza: el 99% de las mejores fotos que se han hecho en la historia de la fotografía se han hecho con cámaras de carrete antiguas.
Cámaras 40 mil veces peores que las cámaras que tiene cualquiera de nosotros actualmente.
«¿Pides permiso para hacer las fotos? ¿Cómo me acerco a alguien para fotografiarle? ¿Necesitas a alguien que te lleve el trípode? ¿Cuánto dinero ganas? ¿Eres tonto?»
Buenas preguntas… esto es clave para la fotografía de viajes, ya que muchas de las fotos van a ser (o deberían ser) de personas.
¿Hay que pedir permiso para hacer fotos?
La realidad es que no hay una respuesta clara. Depende mucho de tu personalidad, y de cómo entiendas la fotografía.
Busca vídeos de Bruce Gilden y entenderás lo que te digo.
Pero lo más importante desde mi punto de vista, el secreto para conseguir los mejores retratos, es ser honesto y sincero con tu fotografía.
Si eres capaz de eso, la mayoría de la gente no tendrá problemas en que le hagas una foto.
Con ser honesto me refiero a que si quieres hacerle una foto a una persona, no te pongas a 40 metros, con un teleobjetivo, medio oculto detrás de un coche. ¿No creerás que así desconfiarán mucho más de ti? Además… ¿qué valdrá esa foto?
Y ahora os imagino pensando: «Bueno, ya está el fotógrafo flipao éste hablando de historias raras. Yo quiero que me digas que botones tengo que apretar en la cámara para hacer mejores fotos, no me vengas con cuentos.»
Lo sé, es tan fácil que duele.
Te han dicho que para hacer buenas fotos tienes que saberte el manual de tu cámara, entender para qué sirve cada botón, estudiar un montón de teoría durante años, y sólo así, quizás, algún día puedas hacer buenas fotos.
Y ahora llega este cabrón y te dice que el secreto para hacer fotos es…. ser honesto.
No te pido que me creas, tan sólo te pido que lo pruebes.
Te sugiero un ejercicio fácil:
Y ya está.
Te aseguro que la mayoría de las veces no sólo volverás a casa con unas bonitas fotos, sino con historias que nadie más habrá vivido. Y serán tuyas para siempre.
¿No es eso al final lo que queremos conseguir cuando viajamos?
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