La vez que un coro de ángeles cantó para mí en privado
Hace unos años vivía en Hungría. Estuve un tiempo dando clases de español.
Un día, una de mis alumnas me dijo que si podía ayudar a su coro. Estaban preparando una canción en español y querían saber si la estaban cantando bien, si pronunciaban correctamente.
Cuando me dijo «coro», pues yo pensé en el coro rociero de mi pueblo, y me imaginé algo así, pero en versión húngara.
No sé, yo esperaba 4 ó 5 personas, vestidas con ropa tradicional, cantando canciones de Heidi. Algo así.
Cuando llegué al ensayo, me encuentro con 60 personas. No, no 60 personas.
Sesenta chicas. Sesenta húngaras. Ojos verdes y azules por todas partes.
Todas se me quedan mirando. Mi alumna hace de traductora.
Me sientan delante de ellas. Soy el centro de atención. Intento parecer frío y profesional, no parecer nervioso.
Y empiezan a cantar.
Dios Santo….
Pensé: «¿¿¿Qué coño es esto???»
Eso era, sencillamente, un coro de ángeles húngaros. Y estaban cantando PARA MÍ.
Las voces acariciaban mi cerebro, y se me saltaron las lágrimas de lo bonito que sonaban.
Sentí, por primera vez en mi vida, que Dios existía. ¿Cómo era posible, si no, tanta belleza?
Y sobre la pronunciación en español….
Fue perfecto. Dijeron cada palabra exactamente como debía sonar en español. Pronunciaron cada frase mejor que si lo hubiera hecho yo.
Terminaron la canción, y se me quedaron mirando.
120 ojos azules y verdes me preguntaban: «¿Lo hemos hecho bien?»
El silencio era sepulcral. Todas esperaban mi respuesta. Mi aprobación.
Joder, los 120 ojos más bonitos del mundo suplicándome aprobación. ¡A mí!
¡A un gilipollas como yo!
Si eso no es el paraíso, no sé lo que es.
Yo pensaba: «¿Qué si lo habéis hecho bien? ¿¿Que si lo habéis hecho bien?? ¡¡Habláis español mejor que yo!!»
Pero contesté:
– Mmmmm…. ¿podéis cantarla otra vez? Es que hay partes que no se entienden…
Mentira cochina y descarada. Iba al infierno de cabeza y no me importaba. No quería que algo tan bonito durara sólo 5 minutos.
La sensación de ser el único extranjero en una sala llena de húngaras me encantó.
Así que seguí buscando esa sensación. Quise volver a sentirme tan único y especial.
Puede que sea por eso por lo que empecé a viajar. Quizás sea por eso por lo que me encanta estar en sitios con pocos turistas.
Lo siento, no soy muy profundo. Suena banal, egocéntrico y de alguien con carencias afectivas.
Pues sí, puede que por eso siempre esté buscando ser el único extranjero.
Pero bueno, al final gracias a mis carencias afectivas he conocido un montón de sitios que poca gente conoce. Y tú te puedes aprovechar de eso.
Aquí te cuento más:
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