La muerte de un ídolo

Hace unos meses murió uno de mis ídolos deportivos.

No sé si ha salido en las noticias en España, ya que el deporte que hace no es de los más mediáticos.

Se trata de Leandro Lo, uno de los mejores atletas de Jiu Jitsu. 8 veces campeón del mundo.

La palabra leyenda se le queda corta.

Estaba en una discoteca, tuvo una discusión con alguien, y le metieron un balazo en la cabeza.

Ha sido un impacto para mucha gente, y evidentemente internet y las redes sociales se han llenado de mensajes de tristeza y apoyo a la familia.

Y ya sabes lo que pasa en estos tiempos de postureo en las redes sociales: la gente escribe un montón de cosas bonitas que en realidad no piensa, e intenta siempre quedar bien.

Yo es lo que pensé al principio: «Puro postureo».

Pero empecé a leer los mensajes, a ver los vídeos y las fotos que ponía la gente junto a Leandro Lo, y cambié de opinión rápidamente.

Se notaba, se podía palpar, que la gente lo apreciaba de verdad. Que tenía un carisma capaz de calar en la vida de la gente.

Podías sentir que era alguien que no sólo había destacado en un deporte, sino que había disfrutado de la vida al máximo y que había hecho mucho mejor la vida de los que le rodeaban en todo momento.

Me acordé de repente de una frase que me dijo un amigo indio, de Varanasi, mi amigo Vinod.

No sé si conoces a alguien de La India, pero muchos hablan siempre de una manera filosófica y poética al mismo tiempo. Es una pasada, la verdad.

Y recuerdo que estaba hablando con Vinod y unos amigos suyos, y yo le dije medio en broma:

«Vinod, tenemos que hacernos ricos de una vez».

Y Vinod me dijo, muy serio:

«Yo no estoy en esta vida para conseguir mucho dinero. Mi finalidad en esta vida es conseguir 4 hombros.»

«¿Cuatro hombros? ¿Qué coño dices, Vinod?

«Sí, cuatro hombros que me lleven al Ganges cuando muera».

Esa frase se me ha quedado grabada desde entonces. Y creo que Vinod tiene razón.

Si al final de nuestra vida no hemos sido capaces de conseguir 4 personas que hagan eso por nosotros, algo tan personal, algo tan importante, el último viaje…. habremos fracasado aunque tengamos muchas riquezas.

Y quizás una de las claves sea algo que Leandro Lo sabía hacer muy bien: hacer feliz a la gente a tu alrededor.

Y ésta quizás también sea una clave para disfrutar en los viajes. No centrarte tanto en ti, en pasártelo tú bien, en disfrutar tú, en ser tú el centro de todo, sino enfocarte en los demás.

Y no sólo en tus compañeros de viaje, sino sobre todo en la gente de ese país, en la gente local. 

Y no estoy hablando de ir con la mentalidad de: «Soy del primer mundo y vengo a repartir un poco de dinero entre estos pobres tercermundistas».

Hablo de interactuar, de agradecer, de interesarte por la vida de la gente, por su cultura, de respetar….

Y entonces ocurre la magia.

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